Sunday, March 10, 2013


Pócima para una Revolución Popular



En un país lleno de injusticia y opresión,
názcase un niño observador y con gusto por la gente
nacido en un ambiente pobre y carente.

Cultívese al niño con historias del pueblo
Añádase un gusto alegre por el beisbol y por sus héroes,
Transmútese este gusto, luego de un tiempo,
por el de la historia patria y por sus héroes.

Métase al niño, ya joven, al ejército.
Júntese con otros militares jóvenes patriotas.
Pónganse en su camino libros de Marx y Lenin.
Añádase una audacia de realismo mágico
que conduzca al joven, ya hombre, a un fracaso,
a cambio de darse a conocer a todo el mundo.

Comiéncese un proceso alquímico
de conexión entrañable con su pueblo.
Háganse las circunstancias justas
para que el hombre sea líder de su nación.
Désele campo total para desarrollar sus ideas
aunque estas vayan a contracorriente
con la falsa hipocresía del mundo.

Déjense pasar así 14 años.

Luego añádase una enfermedad incurable, inexorable, fatal,
que termine con su vida en pocos meses.
Désele una última victoria
producto del amor procesado con el pueblo.
Ocúltese del pueblo la degradación del cuerpo,
para que sea el alma la que quede clavada en la memoria.

Finalmente, júntense todas las lágrimas derramadas por el pueblo.
Llénese una gran vasija de barro con esas lágrimas.
Guárdese muy adentro de la tierra
y espérese el momento propicio para beber la pócima.



Sunday, March 3, 2013

Jennifer Carpenter, una actriz extraordinaria que no necesita Oscar


Pasó la ceremonia de los Oscares. Artificial, repetitiva, hipócrita, como todos los años. A veces coincide una buena actuación o una buena película con un Oscar, pero generalmente no es así. Para la famosa Academia no se trata de valorar una obra de arte o una ejecución impecable, sino de fomentar el espectáculo y de imponer opiniones, aprovechando el lamentable poder que tienen los medios electrónicos sobre la gente. El remedio es quitar la atención de los Oscares y enfocarla hacia lo más profundo del cine como arte y de la actuación como acto sagrado.


Mirando esa fascinante serie de TV llamada Dexter, he encontrado una actriz extraordinaria: Jennifer Carpenter, que hace un papel protagónico en la misma, junto con otro gran actor, Michael C. Hall. Juntos hacen a los hermanos Morgan, quienes danzan entre sí a lo largo de todas las temporadas de la serie, a veces como protagonistas y otras como antagonistas. La escena que inserto a continuación ha sido, de lo que le he visto, el pico más alto de esta actuación. Se trata de un capítulo de la cuarta temporada, en el que Debra Morgan está destrozada por el asesinato de su amado y admirado agente. La escena transcurre en el lugar del crimen. Dexter la acompaña:


Todo lo que sale de la actriz es magma de la más absoluta pureza. Nos está mostrando algo vivo y misterioso a través de todo su cuerpo y su voz. El estado de Debra es al que llega un guerrero ante la muerte, Castaneda dixit; un estado de absoluta lucidez. Y desde ahí lo primero que le dice a su hermano es una llamada de atención sobre los errores que él está cometiendo en su nuevo matrimonio. Una frase de Dexter es el disparador de la erupción extraordinaria del volcán de Debra: "Sometimes I feel trapped (algunas veces me siento atrapado)". La reacción de Debra es desconcertante: se ríe en medio de su dolor. Se trata de un gesto de incredulidad ante lo que escucha de Dexter. Para ella es incomparable la situación de Dexter, arropado con una familia que lo quiere, con la de ella que acaba de perder en muy poco tiempo a dos parejas amorosas. Y entonces se desata la autocompasión: Debra se culpa de lastimar a los que están a su alrededor. Repite la frase "There's nothing I can do about it (no puedo hacer nada al respecto)". Es la conciencia de la Muerte, plena, cruda, desnuda, irreversible.

Y entonces surge en el cuerpo de la actriz un fenómeno extraordinario: un sollozo profundo, espontáneo, natural, incontrolable, que agita todo su aparato respiratorio, todo su ser. Ese sollozo convulsivo provoca una contracción dolorosa de sus músculos faciales, y le hace decir "I'm broken (estoy rota)", al tiempo que sus manos suben hasta su frente, como si fueran autónomas, acaso para suavizar o consolar la explosión que está sucediendo. Dexter trata de llevársela de ahí (del lugar y del estado), pero ella lo rechaza casi violentamente, para regresar a su afirmación contundente: debe quedarse en el lugar donde murió su amado, y no puede hacer nada al respecto. El desconsuelo es tan completo que finalmente se rinde para caer en los brazos de su hermano: el sollozo se rompe para dar paso al llanto franco y extenso.

Se trata de una sinfonía gestual, vocal y energética alimentada por la propia naturaleza de la actriz y dirigida por su técnica sutil y depurada.